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La decoración no solo se trata de elegir accesorios que guarden cierta relación estética, sino también de proveerles un significado que represente nuestro estilo o el de alguna emoción que queremos transmitir.

En la variada gama de colores que podemos percibir -que solo son una mínima parte de lo que ven otras especies-, el azul y el verde son de los más atrayentes. Y al combinarse dan por resultado el color turquesa, que concentra lo mejor de las cualidades a las que remiten sus remiten sus respectivos significados, pero con “personalidad” propia.

Remitiendo a la tonalidad del océano caribeño, el turquesa nos envuelve en una sensación de frescura y relax. Por ello es ideal para contrarrestar el cansancio mental, estimular la creatividad y comunicación y llenarnos de energías para llevar a cabo nuevos proyectos.

Tan sencillo como glamoroso, tan fuerte como delicado, este color va perfecto en cualquier habitación de la casa. Siempre en combinación con otros colores que le sumen relax, como el blanco, azules y verdes pasteles, así como marrones para crear el equilibrio de lo etéreo con lo terrestre.

No obstante que se le asocia a lo moderno, el turquesa de las sillas, sillones y sofás combina perfecto con accesorios antiguos, sobre todo las mesas, mesas de centro, lámparas y arañas. Mejor aún sin son de madera blanca o de vidrio.

Aunque el turquesa sea un color imponente, no quiere decir que tenga que dominar todo el espacio. También puede ser secundario, como parte del papel tapiz o de los muebles, que no necesariamente tienen que ser de color entero. Y dependiendo del grado de intimidad que se quiera lograr, la tonalidad será un poco más oscura o más clara, al igual que las de sus colores acompañantes.


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